jueves, 9 de junio de 2011

Capítulo I: El sueño


A quien se le ocurrió una sarta de tonterías e intentó convertir las mismas en un amasijo de letras fué a mi
El techo estaba tan desquebrajado que parecía caérseme encima, la cama; ubicada en un rincón, vomitaba su hedor a sal... ¿Las paredes? Las paredes estaban bañadas en una sangre que no era mía y el suelo se esncontraba cubierto de un agua muy turbia; a pesar de estar estancada.

La luz no entraba por ningún lado, de no ser por las grietas que el techo y paredes presentaban. Parecía ser un mediodía de abril o mayo: ya que la poca luz que se lograba filtrar era tan intensa, clara y deslumbrante, que aunada al lugar lucía mas lúgubre y caótica que mis propios pensamientos tan desordenados... ¿Cómo puede la luz presentar una apariencia lúgubre? Era apasionantemente perturbante.

Después de algunas horas de intentos fallidos de salir, me di cuenta de que no estaba el cuerpo al que le pertenecía tanta sange. Me arrinconé apuesto a la cama, me acuclillé llorando frenéticamente y escondí mi cabeza sucia y grasosa entre mis rodillas, cucé mis manos sobre mi nuca e intenté tranquilizarme... Observé mis pies descalzos y maltratados, un pantalón muy luído que no recuerdo haberme puesto, además de las gotas de agua que se desprendían de él, producto de las revolcadas anteriores que tuve en el suelo encharcado.

No tenía la menor idea de lo que estaba pasando ni de cómo terminé en tan horrible escena. Trataba pensar, pero nuevamente; el sonido al caer de las gotas en mi pantalón me distraía. Se desprendían de los pliegues de mis ropas lentamente, se acumulaban, crecían, y luego caían de una manera rápida y precisa; para luego mezclarse con el demás agua y camuflajearse hasta perderse de la vista y noción de todo lo que pudiera perseguirles.

De repente, retornaban a mi cabeza las mismas preguntas; ¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Qué es esto? ¿Dónde estoy? ¿Qué hice?, ¿Fui yo?

Una gota caía de nuevo y volvía a distraer mi atención. Mi cerebro alternaba de idea en idea como si fuera un bebé jugando con prismas, pero sin la maravillosidad de las luces y colores, ni la enorme sonrisa, ni el destello en los ojos.

De pronto, algo pasaba; algo que me permitía verme a mí mismo, de pie, frente a mí y visceversa. Yo era dos personas a la vez, o más bien; había dos yo; con posturas y personalidades distintas, uno frente al otro y a los que yo personalizaba... ¿Simultáneamente? ¿Alternamente? No lo sé. Pero se descubrían y resolvían todos los enigmas; todas las respuestas a mis preguntas, toda la verdad, estaban ahí ¡Lo sé! Era tan palpable, tan clara... Era incluso deslumbrante y ensordecedora, tanto; que no podía saberla. Era demasiado para mi.

Hacía un intento, y otro, y otro y uno más para llegar a ella y cunado por fín la tenía frente a mi, uno de los rayos del sol que se filtraban no me dejaba ver. Comencé a rodearla para ir haciendo sombra ella y cuando lo conseguí, abrí los ojos, como si acabaran de conectarme a un enchufe. Tenía los ojos completamente abiertos. Estaba boca arriba, las imágenes iban desvaneciéndose poco a poco, como siempre; en el techo de mi habitación.

Volteé lentamente hacia mi izquierda y los enormes números verdes neón de mis despertador me dijeron la hora: Dos de la madrugada en punto.